El mundo se paraliza y (esta vez) Europa reacciona
La economía global entró en 2020 en recesión a causa de la pandemia, dejando la peor parte para las economías avanzadas y, particularmente, para la Eurozona. El FMI preveía para 2020 una caída del PIB del 8,3%, para empezar a recuperarse en 2021 con un crecimiento del 5,2%.
21 dic 2020 - 04:55
Como cada año, EjePrime realiza en las últimas semanas de diciembre un repaso a los últimos doce meses en el negocio del real estate, marcados por el impacto de la pandemia del Covid-19. Análisis macroeconómico de España y el mundo, recorrido por los fenómenos sociales que ha provocado el coronavirus y un recorrido por el impacto en las principales empresas del sector forman el Especial 2020: el negocio del real estate en el año del Covid-19.
Especial 2020: El negocio del real estate en el año del Covid-19
La realidad se empeña obstinadamente en poner en un brete a teóricos como Francis Fukuyama, quien en 1992 publicó El fin de la historia y el último hombre. El ensayo del politólogo estadounidense de ascendencia japonesa vaticinaba que, tras la derrota del bloque soviético con la caída del Muro de Berlín de 1989, la historia entendida como lucha de ideologías había terminado, dando paso a un mundo basado en la democracia liberal.
Los atentados del 11 de septiembre de 2001 primero y la Gran Recesión de 2008 después dieron en el pensamiento contemporáneo mucha más fuerza a pensadores como Samuel Huntington, inventor de la teoría de choque de civilizaciones; Ulrich Beck, con su sociedad del riesgo, o Zygmut Bauman, con la modernidad líquida. El estallido en 2020 de la pandemia del Covid-19 ha puesto en valor a Nassim Taleb y su teoría premonitoria del cisne negro. Por si cabía algún género de dudas, 2020 ha demostrado que la historia está lejos de acabarse.
“Setenta y cinco años después de la última Guerra Mundial, el mundo se enfrenta de nuevo a una batalla mundial; esta vez, toda la humanidad lucha en el mismo bando contra la enfermedad por coronavirus”. La grandilocuencia que refleja el documento de recomendaciones difundido en junio por Naciones Unidas evidencia la trascendencia de esta pandemia, que requerirá “rehacer y reimaginar las estructuras mismas de las sociedades” y que, al mismo tiempo, “señala el camino para aumentar la resiliencia a las futuras conmociones, sobre todo las derivadas del cambio climático”.
El FMI estima una contracción del 5,8% en el Producto Interior Bruto de las economías avanzadas
El Covid-19 ha supuesto para la economía global un shock sin precedentes en la historia moderna, incluso poco comparable con anteriores catástrofes, guerras o crisis económicas precisamente por el hecho de que hoy la economía mundial está mucho más globalizada que en el siglo XX. Todavía es aventurado estimar las consecuencias a largo plazo de esta pandemia, que está llamada a dejar una huella imborrable en toda una generación a escala global, pero sin duda puede hacerse un primer balance de daños a corto plazo.
“Devastación económica” es una de las expresiones utilizadas por Kristalina Georgieva, directora generante del Fondo Monetario Internacional (FMI), para referirse a las consecuencias económicas del Covid-19. Georgieva ya alertó en abril de unas “perspectivas sombrías” en que la actividad económica internacional “disminuirá en una escala que no hemos visto desde la Gran Depresión”. “Este año 170 países sufrirán caídas del ingreso per cápita, en tanto que hace apenas unos meses proyectábamos que 160 economías registrarían un crecimiento positivo del ingreso per cápita”, resumía.
El FMI ha ido modulando sus proyecciones para la economía mundial a lo largo de 2020 (presenta sus previsiones cada año en abril, junio y octubre), estimando una contracción para 2020 en los tres casos: del 3,3% en abril, del 5,2% en junio y del 4,4% en octubre, con cambios sustanciales que muestran la volatilidad e incertidumbre del momento.
En las últimas estimaciones se anticipa una contracción del 5,8% en el Producto Interior Bruto (PIB) de las economías avanzadas y del 3,3% en los mercados emergentes, con una contracción derivada del 10,4% en el comercio mundial de bienes y servicios.
Para la eurozona, las previsiones del FMI son particularmente negativas: según estas, la economía del conjunto de países del euro se habría retraído un 8,3%, con ajustes por encima de la media en el caso de Francia (9,8%), Italia (10,6%) y España (12,8%), y por debajo en Alemania (6%). En el caso de Reino Unido, a cuyas incertidumbres se suma también el efecto del Brexit, el FMI estimaba una caída del PIB del 9,8%.
Ahora bien, en noviembre los datos del Eurostat apuntaron a una expansión récord en el tercer trimestre del 11,6%, frente al retroceso del 11,4% registrado entre abril y junio y la contracción del 3,3% del primer trimestre.
Para la Unión Europea, el Covid-19 fue el pasado año un catalizador para un cambio sustancial en su política económica, que a diferencia de lo ocurrido en la anterior crisis dejó a un lado a los defensores a ultranza de la austeridad para aprobar un plan de rescate sin precedentes en el proyecto europeo. Tras las críticas iniciales por la falta de una respuesta unitaria de la UE a la crisis sanitaria, en julio los 27 aprobaron un paquete de estímulo dotado con 1,8 billones de euros que, según la propia Comisión Europea, “ayudará a reconstruir la Europa posterior al Covid-19, que será más ecológica, digital y resiliente”.
Estados Unidos ‘despide’ a Trump y se encomienda a la
ortodoxia keynesiana de Yellen
La crisis también ha permitido a la vieja Europa a construir un discurso propio y más creíble que nunca en torno al futuro de la economía y el proyecto europeo. “Quiero que NextGenerationEU ponga en marcha una ola europea de renovación y convierta nuestra Unión en líder de la economía circular”, dijo, por ejemplo, Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, en el último discurso sobre el estado de la Unión.“Es el momento -afirmó- para que Europa lidere el camino desde esta fragilidad hacia una nueva vitalidad”.
Las negociaciones por el Brexit, que a cierre de esta edición aún coleaban, marcaron los últimos meses en la política comunitaria, junto a las tensiones con Hungría y Polonia por su voluntad de paralizar los presupuestos europeos si no se modifica el mecanismo que condiciona el dinero comunitario al respeto del estado de derecho.