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Inés Novella (UPV): “El modelo de ciudad mediterránea es mucho más sostenible que otros”

Las urbes mediterráneas, compactas, tienen un modelo más sostenible que las dispersas, también desde el punto de vista de la vida cotidiana y los cuidados. Además, se aproximan a la ‘ciudad de los quince minutos’, argumenta.

Inés Novella (UPV): “El modelo de ciudad mediterránea es mucho más sostenible que otros”
Inés Novella (UPV): “El modelo de ciudad mediterránea es mucho más sostenible que otros”

B. Huguet Albons

16 ene 2025 - 05:00

Licenciada en Arquitectura por Universitat Politècnica de València (UPV), Inés Novella es profesora asociada en esa universidad e investigadora senior en la catedra Unesco de género de Universidad Politécnica de Madrid (UPM) y está especializada en urbanismo aplicado a la perspectiva de género. Aplaude el modelo mediterráneo de ciudad y detalla los avances en materia de igualdad de urbes globales, como Viena (Austria) y Umea (Suecia), y nacionales, Barcelona, Valencia y Madrid, además de poner el foco en el País Vasco, por su integración del género en el urbanismo. 

 

 

Pregunta: Existen trabajos académicos que argumentan que algunas ciudades no tienen las condiciones ideales para los cuidados, ¿por qué?

 

Respuesta: No todas las ciudades son iguales en este sentido. El modelo mediterráneo tradicional, compacto, es mucho más sostenible que los modelos dispersos, también desde el punto de vista de la vida cotidiana y los cuidados. Este modelo va en línea con la tan demandada ‘ciudad de los 15 minutos’. Todos los habitantes se benefician de tener todo a mano, aunque el impacto es mucho mayor en aquellas personas que deben llegar en el mismo día a una oficina, un colegio, un supermercado, la oficina de correos y el parque del barrio. Además, esto se complica si deben hacerlo sin coche y en compañía de niños en muchos de los recorridos. Las personas con responsabilidades de cuidado (que son la mayoría de la población adulta) tienen una vida compleja, en el sentido que no sólo trabajan o cuidan, sino que combinan ambas esferas, especialmente las mujeres. Sin embargo, las ciudades se han desarrollado a lo largo del siglo XX y principios del siglo XXI desatendiendo esta complejidad y, además, ignorando la diversidad social al creer que el urbanismo es neutro y universal.

 

 

P.: ¿En qué sentido?

 

R.: Un ejemplo son los barrios que se desarrollaron en los 1990s y 2000s en las áreas metropolitanas de las grandes ciudades. Son fundamentalmente residenciales, con falta de comercios, insuficiente transporte público, pocos equipamientos y un espacio público sobredimensionado y de dudosa calidad. Si un edificio tiene urbanización privada, puede vivir ahí quien tenga coche, pero la vida es más complicada para quien no dispone de vehículo y necesita equipamientos y comercios que el barrio no tiene. Además, hemos comprobado en algunas investigaciones que esos modelos residenciales solo funcionan más o menos bien para las familias nucleares. Pero ya hay personas mayores que se mudaron hace treinta años a estos barrios (entre los 40 y 50 de edad) que ya no pueden vivir ahí. Ahora echan de menos el centro de la ciudad del que huyeron en los años 90, porque podrían ser más autónomas. Debemos pensar en ciudades para los cuidados: cuyos barrios dispongan de espacios, servicios y equipamientos básicos para el día a día de la población y accesibles a pie o en transporte público. Ahí es más fácil criar a niños, los adolescentes van a poder socializar mejor y las personas mayores envejecerán con calidad de vida durante más tiempo.

 

 

 

 

P.: Los ayuntamientos son quienes gestionan las ciudades. ¿Cree que están suficientemente concienciados?

 

R.: Depende de cada uno, pero, en general, diría que sí están concienciados, a veces incluso más que las administraciones de rango superior, porque los consistorios conocen las necesidades de la ciudadanía de más cerca. Se trata de un problema de competencias y presupuesto, más que de concienciación. También hay resistencias: algunas conscientes y otras que simplemente se dan por desconocimiento. Siempre hay que comenzar por la concienciación, que debe dirigirse de manera diferenciada y adaptada a diferentes públicos: la ciudadanía, el personal técnico de los ayuntamientos, el sector profesional, los académicos y las empresas. Todos salimos ganando con una ciudad más atenta a la vida cotidiana.

 

 

P.: ¿Cuáles son las mejoras más necesarias que debemos hacer en las ciudades españolas?

 

R.: Hay algunas cuestiones comunes a todas. En cuanto a la vivienda, considero necesario abordar (desde el planeamiento y las políticas públicas) una mayor intervención de las administraciones públicas en el mercado. El transporte es una asignatura pendiente en la mayoría de las ciudades y es necesario que la movilidad vaya coordinada con el planeamiento y el urbanismo. Se debe apostar por la movilidad peatonal (así como la de las personas en silla de ruedas, por ejemplo) y por el transporte público, porque es lo más inclusivo. Igual con la bicicleta, aunque hay un porcentaje notable de población que no la puede usar por diversas causas. Los equipamientos públicos básicos deben priorizarse, y creo que es necesario innovar al respecto. Hay que buscar fórmulas para que la población tenga los servicios necesarios. También se deben cambiar estándares en el urbanismo, ya que la sociedad de 2025 no es la de 1978. Es suficiente ver la pirámide poblacional. No podemos olvidar los retos del cambio climático, que son muchos: desde la renaturalización del espacio público hasta la renovación de la cartografía de riesgos y los sistemas de construcción. El impacto negativo del cambio climático tiende a afectar cada vez con más frecuencia y mayor crudeza a los hogares y barrios más vulnerables, algo que hemos podido comprobar en Valencia hace tan solo unos meses con la Dana. 

 

 

 

 

P.: ¿Hay alguna ciudad en el mundo que considere un ejemplo en urbanismo aplicado al género? ¿Por qué?

 

R.: Viena (Austria) suele ponerse como ejemplo. Ha conseguido integrar la perspectiva de género de manera más o menos transversal y podemos aprender mucho de ella. No obstante, las ciudades no tienen capacidad por sí mismas para transformar el urbanismo. Se trata de una cuestión interinstitucional, como el planeamiento y la mayoría de políticas públicas. Viena es una ciudad referente, ya que ha puesto en marcha diversas iniciativas con temáticas muy distintas. Un ejemplo son sus proyectos de vivienda social, promovidas por su ayuntamiento. En mi opinión, son paradigmáticas, porque integran la perspectiva de género de las dos formas posibles que un ayuntamiento tiene. Primero, la convocatoria era una llamada a mujeres para normalizar su presencia en el desarrollo de la ciudad. Y segundo, tanto las viviendas como los espacios exteriores están pensados para la vida cotidiana de las mujeres. La parcela está hiperconectada con la ciudad mediante bus, metro o tranvía, por lo que su ubicación es más segura (al contrario de lo que suele ocurrir en España con las VPO), y también son entornos más seguros por su diseño, al permitir el control visual. Además, cuentan con diversas tipologías, de viviendas pequeñas a más familiares, con mucho espacio para almacenaje. El diseño de los espacios está pensado para que las familias los puedan ir usando a lo largo de su vida sin necesidad de hacer obras. También, cuentan con espacios comunitarios que pueden ser usados según las necesidades de cada edificio y tienen la posibilidad de instalar ludotecas, parkings para bicicletas, etc.

 

 

P.: ¿También hay otra en Suecia?

 

R.: La sueca Umea no es tan conocida, pero tiene, por ejemplo, un túnel en la estación central de ferrocarril que es muy seguro. Está pensado para favorecer la inclusión, ya que facilita la seguridad de aquellos que llegan andando, en bicicleta o patinete a la estación, situada junto a una autovía. Este túnel cuenta con espejos que permiten ver al otro lado y siempre se puede mantener el contacto visual con la superficie.  

 

 

 

 

P.: ¿Y en España?   

 

R.: Creo que debemos mencionar Euskadi de forma especial. El urbanismo de los municipios vascos está comenzando a integrar de manera sistematizada el género. Aún queda mucho por hacer, pero es uno de los mejores ejemplos. En la región llevan décadas aplicando diversos mecanismos: desde la concienciación social diversificada hasta un marco regulatorio sensible al género. Asimismo, emplean una serie de medidas que refuerzan todo esto y parten de diferentes políticas públicas (de la administración local, provincial y autonómica). A esto se le llama técnicamente mainstreaming de género. Es algo sistemático, implicado en la normativa. Es política pública, no tan visual, pero más efectiva. Por ejemplo, desde hace unos años, los municipios reciben ayudas para poder implementar la perspectiva de género en su planeamiento municipal. En Euskadi, las viviendas donde hay intervención pública incluyen por norma esta perspectiva y hay proyectos muy interesantes de iniciativa privada y de colaboración público-privada.

 

 

P.: ¿Cómo valora su ciudad (Valencia) en este sentido?

 

R.: Creo que lo más destacable es el trabajo del ayuntamiento en el área de igualdad y la de urbanismo. He sido testigo directo de cómo la formación en materia de género a técnicos y gestores y la acción interdepartamental tienen un impacto positivo a medio plazo en el desarrollo urbanístico. La ciudad ha lanzado diversos proyectos de mejora urbana donde la perspectiva de género era condición en el fondo y la forma. Igual que en Viena, las convocatorias también van dirigidas a mujeres, por lo que esta cuestión se ha normalizado en el sector profesional, la contratación pública y las dinámicas de la administración.  

 

 

 

 

P.: ¿Y las dos capitales (Barcelona y Madrid)?

 

R.: De Barcelona destacaría el esfuerzo por revertir la dinámica general de la ciudad, incluida su manera de enfocar el urbanismo. Parar ciertos procesos como la turistificación no es sencillo y tiene una dimensión urbanística notable. Barcelona ha logrado (dentro sus posibilidades) generar algunos cambios. Quizá lo más conocido han sido las supermanzanas, que agrupan entre cuatro y nueve manzanas, para aligerar el tráfico rodado y favorecer la peatonalización. Los ciudadanos utilizan mucho los espacios interiores y los cruces, donde se crean ‘mini plazas’ dentro de un tejido muy denso, sin muchos espacios libres. Por contra, Madrid apenas ha dado pasos para incorporar el género en el urbanismo. No obstante, tiene personal preparado entre su funcionariado, con conocimiento experto en sus universidades, y un tejido urbano que constituye una buena base sobre la que implementar procesos de regeneración, donde la perspectiva de género podría aportar mucho.