Empresa

El fin de las grandes praderas: las paredes entran en el ‘coworking’ en pos de la privacidad

Los operadores de espacios flexibles han adaptado los centros para ofrecer sus servicios a empresas que ocupan grandes superficies y que requieren espacios propios para sus trabajadores.

Marc Vidal Ordeig

17 feb 2020 - 04:52

Las paredes entran en los coworking en busca de la privacidad. En un primer momento, los espacios de trabajo flexible parecían sólo destinados a startups, autónomos y pequeñas compañías. Sin embargo, hoy en día las grandes compañías ocupan el 40% de estos espacios, según el estudio Global market perspective publicado por la consultora JLL. Este interés de las grandes empresas ha facilitado el crecimiento acelerado del sector. Así, JLL calcula que el coworking ha crecido una media del 23% anual desde 2010 y en España ha alcanzado el 10% de la contratación total de espacios de trabajo tanto en Barcelona como en Madrid.   La entrada de compañías de más tamaño ha provocado un cambio en los servicios que ofrecen los operadores para adaptarse a las necesidades de sus clientes. De las grandes praderas pensadas para fomentar la creación de sinergias y el networking, el sector ha pasado a ofrecer espacios privados para adaptarse a las empresas que quieren aprovechar la flexibilidad que ofrecen estos espacios en cuanto a contratos y espacio usado sin perder la privacidad que ofrece un espacio cerrado propio.   El 40% de los espacios de trabajo flexible están ocupados por grandes compañías   “Configuramos los espacios según las necesidades de cada cliente” apunta Paula Almansa, consejera delegada de Loom, la firma de espacios flexibles que está integrada en la estructura de Merlin. La directiva asegura que “hay un movimiento hacia los espacios cerrados”, que permite a las empresas aprovechar “tanto los espacios comunes como los espacios privados”. En este sentido, los espacios flexibles permiten a las grandes empresas dar respuesta a las necesidades de espacios más dinámicos y a los requerimientos de equipos de trabajo más específicos, sin tener que comprometerse a contratos de alquiler a largo plazo. Por su parte, el máximo responsable de Utopicus, Rafa de Ramón, asegura que el perfil de los clientes de los espacios flexibles “ha cambiado muy rápido en los últimos dos o tres años” y apunta a la privacidad y la seguridad como principales barreras de entrada de las empresas en los coworking. “Hay empresas que no quieren compartir los espacios comunes”, sentencia el ejecutivo.   Garantizar la privacidad y la seguridad ha permitido eliminar las barreras de entrada a los espacios flex   En este sentido, parte de los espacios de trabajo flexible está virando hacia un modelo de oficina tradicional gestionada por un tercero, en la que ocupan un espacio privativo, pero sin tener que asumir los costes de personal derivados del mantenimiento del edificio o el capex. Esto está permitiendo que los coworking destinen espacios cada vez mayores a las grandes compañías. Almansa explica que “cada vez recibimos más demanda de espacios de hasta 200 puestos de trabajo”, que se suman a las start ups, empresas que están en plena expansión o nuevos proyectos, los clientes tradicionales de las empresas flex. Sin embargo, el consejero delegado de IWG en España, Phillipe Jiménez, asegura que las empresas valoran “muy positivamente el acceso a espacios comunes” para sus trabajadores, más allá de los despachos privados que puedan tener. Los espacios de trabajo flexible han ido adaptando su diseño físico a las necesidades del mercado del momento. De dar respuesta a pequeñas empresas o autónomos que valoraban muy positivamente los espacios comunes para poder crear comunidad y buscar sinergias, a grandes empresas que valoran la flexibilidad y la externalización de la gestión del real estate sin perder la privacidad de una oficina propia.

Las paredes entran en los coworking en busca de la privacidad. En un primer momento, los espacios de trabajo flexible parecían sólo destinados a startups, autónomos y pequeñas compañías. Sin embargo, hoy en día las grandes compañías ocupan el 40% de estos espacios, según el estudio Global market perspective publicado por la consultora JLL.

 

Este interés de las grandes empresas ha facilitado el crecimiento acelerado del sector. Así, JLL calcula que el coworking ha crecido una media del 23% anual desde 2010 y en España ha alcanzado el 10% de la contratación total de espacios de trabajo tanto en Barcelona como en Madrid.  

 

La entrada de compañías de más tamaño ha provocado un cambio en los servicios que ofrecen los operadores para adaptarse a las necesidades de sus clientes. De las grandes praderas pensadas para fomentar la creación de sinergias y el networkingel sector ha pasado a ofrecer espacios privados para adaptarse a las empresas que quieren aprovechar la flexibilidad que ofrecen estos espacios en cuanto a contratos y espacio usado sin perder la privacidad que ofrece un espacio cerrado propio.

 

 

 

 

Configuramos los espacios según las necesidades de cada cliente” apunta Paula Almansa, consejera delegada de Loom, la firma de espacios flexibles que está integrada en la estructura de Merlin. La directiva asegura que “hay un movimiento hacia los espacios cerrados”, que permite a las empresas aprovechar “tanto los espacios comunes como los espacios privados”.

 

En este sentido, los espacios flexibles permiten a las grandes empresas dar respuesta a las necesidades de espacios más dinámicos y a los requerimientos de equipos de trabajo más específicos, sin tener que comprometerse a contratos de alquiler a largo plazo.

 

Por su parte, el máximo responsable de Utopicus, Rafa de Ramón, asegura que el perfil de los clientes de los espacios flexibles “ha cambiado muy rápido en los últimos dos o tres años” y apunta a la privacidad y la seguridad como principales barreras de entrada de las empresas en los coworking. “Hay empresas que no quieren compartir los espacios comunes”, sentencia el ejecutivo.

 

 

 

 

En este sentido, parte de los espacios de trabajo flexible está virando hacia un modelo de oficina tradicional gestionada por un tercero, en la que ocupan un espacio privativo, pero sin tener que asumir los costes de personal derivados del mantenimiento del edificio o el capex. Esto está permitiendo que los coworking destinen espacios cada vez mayores a las grandes compañías.

 

Almansa explica que “cada vez recibimos más demanda de espacios de hasta 200 puestos de trabajo”, que se suman a las start ups, empresas que están en plena expansión o nuevos proyectos, los clientes tradicionales de las empresas flex.

 

Sin embargo, el consejero delegado de IWG en España, Phillipe Jiménez, asegura que las empresas valoran “muy positivamente el acceso a espacios comunes” para sus trabajadores, más allá de los despachos privados que puedan tener.

 

Los espacios de trabajo flexible han ido adaptando su diseño físico a las necesidades del mercado del momento. De dar respuesta a pequeñas empresas o autónomos que valoraban muy positivamente los espacios comunes para poder crear comunidad y buscar sinergias, a grandes empresas que valoran la flexibilidad y la externalización de la gestión del real estate sin perder la privacidad de una oficina propia.